3 de agosto de 2009

Explorando el Infinito




Hubo un dios que me contrató
Como su esbirro
Y yo, simple humano,
Al ser buen profesional,
Decidí innovar
El trabajo que él realizaba.

Se fue mi dios de vacaciones
Y me dispuse con premura
A diseñar un nuevo plan
De Vida, común a todos
Los que habrían de llegar.

Y así lo concluí:

“Tras laboriosas horas, he aquí
el nuevo croquis de este mapa
humano,
que a partir del nacimiento
será vigente para cada individuo:

Como dios en funciones, proclamo que
A partir de este momento,
Cada persona nacida tenga
En el transcurso de su vida

Un periodo de riqueza y opulencia,
Para que el corazón se ensanche
Sin esfuerzo; la sangre inunde
Alegremente sus venas,
Emborrachando la razón; le lucirá
Así el pelo como nunca antes,
Y su sonrisa será la prueba de
Ese rojo pasión.

Y en la misma medida de tiempo,
Tenga el nacido un periodo similar,
De pobreza y condición paupérrima,
Con el que aprenda a valorar
Lo simple y lo infinito.
Así el corazón, al estar compungido
Resguardado entre la duda
Y la obsesión del mañana,
Resplandezca al observar la estrella más
Grande, y le motive saber las teorías
Que se esconden
Tras el cielo nublado, los huracanes,
Las flores.

Como me queda ocasión
Para actuar como dios suplente, aún
Ordeno, con prudencia

Que a cada humano le corresponde un
Periodo delicado, ya sea en los disfraces de
Padre, de hacedores de un hijo
o de hermano, cada uno podrá ser
sirviente, o servido, ya sea en papel de
lacayo o como señor y único amo.
Un periodo similar para cada
Uno de ellos.

A cada uno de ellos, ¡ordeno!
(ya que mi honorífica condición me avala)
a vivir un gran amor, correspondido, por cierto,
que le haga olvidar las cicatrices
que la misma energía
anteriormente le hubiera partido el alma.

Qué felices serán los humanos,
Con este mapa perfecto que les estoy preparando.
Sin necesidad de elegir,
Se disiparán todos sus males, sus indecisiones,
La alineación de talante...”

Pero fue entonces que se presentó mi dios,
Sin avisar, y tras echar un vistazo al nuevo
Código,
Me observó, miró hacia los que
Estaban por llegar,
Y con voz que noté apagada, concluyó:

“El trabajo no es medido por las horas
empleadas, ni por tu justicia asumida.
Ni aún regalar rosas, deviene en el
Agradecimiento del rosal al que le han sido
Arrancadas.
Por cada una de tus justicias, habrá que
Compensar con un anterior desagravio.

Acaricia este croquis, con los ojos tapados,
Y entonces verás
Que está diseñado para amarrar el corazón
De las almas libres, que no hay lugar
Para aquellos que deseando volar
Han renunciado a descendencia y
Amores de barra a los que cuidar.

¿Y acaso te has acordado de aquellos
Que prefieren el estudio solitario,
Al fervor de los aplausos
De miles de otras manos?

Y qué me dices del eterno buscador,
La oveja negra en tu planisferio,
¿Que será de ese iluso, sin el libre albedrío
Señalado en sus mapas?

¿Quién explorará entonces el Infinito?

Si la vida fuera justa, a tu modo, al mío,
Al de imaginarios querubines que adornan
Los troquelados del espacio,
Dime,
¿sería esa la justicia que se merecen,
la que desean para sí los infinitos de
seres,
que tenemos pendientes por llegar
del otro lado?”

Y tras estas palabras, agaché la cabeza
Y me alejé pensativo,
Reconociendo que, a punto estuve
De ser el reformador
más injusto de la historia.

Y miré a mi dios, de reojo,
Y con cada lágrima suya derramada
consintiendo en que sufrieran o
amaran, o reposaran de su viaje,
decidía con dolor sereno que
lo justo, en última instancia,
fuera lo que cada ser para sí mismo
proclamara.

Y en aquel instante comprendí el nuevo don
Que mi condición de humano me otorgaba.

Guardé el mapa de puntas afiladas
En un armario sellado
Bajo cien llaves
que con diligencia dispersaron
mis cuatro puntos cardinales.

A continuación firme la renuncia
Ese puesto de semidios tan bien pagado,
Proclamándome desde ese segundo
Explorador e inventor de preguntas,
De un infinito,
De una nada.



de Fragmentos

2 comentarios:

  1. tal vez Dios hiciera que este mundo fuera injusto para que anheláramos otros mundos, para que nuestra alma no dejara de buscar y de sondear el infinito.
    Tal vez Dios acertara en su decisión de crear esta especie de infierno para que las almas limpias adoraran un cielo.
    O tal vez, como en la película de mátrix, al principio creó mundos utópicos que no dieron resultado.
    Sea lo que fuere, yo, que soy alma limpia, o al menos que lo intento, puedo decir que he aprendido mucho en este mundo, todo lo que no se debe hacer, y ese aprendizaje lo tengo grabado a sangre y fuego en lo más profundo de mi corazón, un corazón que merece nacer, la siguiente vez, en un mundo menos cruel. Espero que Dios haya creado mundos mejores que este para todos los que hemos aprendido que el mal no es el camino
    Precioso, como todo lo tuyo, Saray.

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  2. Gracias por tu comentario, Javier. Trataré de recordar que en ocasiones se me olvida que no soy inmortal. Y mientras no llegue el momento, me alegro de que ese corazón tuyo siga zurciendo palabras...

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