9 de agosto de 2009

HABLANDO DE ZORRAS (I PARTE)



..Hablando de zorras, recuerdo ahora uno de mis últimos desencuentros, el que tuve hace algunas semanas con mi amigo Fernando, a causa de una zorra, no de las que vemos disecadas sobre los televisores, decoración fruto pelicula tipo Almodóvar, no, a ver cómo lo explico para no caer en el topicazo del lenguaje sexista....Que les den, pues eso, una zorra, léase puta en el diccionario de la RAE, que si está en el dicicionario, no se por qué voy yo a hacerme ahora la estrecha en cuestión de vocabulario, solo por no ver la cara del interlocutor....En fín que ya me empiezo a ir por las ramas...

Como decía e intentaba contar, mi amigo Fernando ha sufrido un desengaño, para ser más concretos, creo que es el tercero en lo que va de semestre.

A sus cuarenta y tres nada mal llevados años, Fernando sufre en silencio, como el del escatológico anuncio de la tele pero en una versión más trivial, la salida por piernas de sus última conquista. Él dice que sufre de desamor, y por no llevarle la contraria asiento a su comentario, aunque para mis adentros pienso y me reafirmo en lo anterior, la chica se deshizo de éste principe de galleta de chocolate en cuanto intuyó lo que le esperaba a su lado, largas tardes de sofa y baretos perdidos, que no se encuentran ni de casualidad en la Guia del Ocio Barcelona, ni representan a la parte cultural o divertida, no hace falta mencionar la dudosa salubridad de dichos antros, algo que parece pasar inadvertido para alguien que , como Fernando, se conforma con que el camarero le lea la mente en cuanto traspasa la puerta del chiringuito en cuestion, como el les llama, y le pone sobre la barra su bebida preferida, sin preguntas, sin comentarios, algo que de paso diré le gusta especialmente porque le hace soñar con que algun dia una mujer haga eso mismo en lugar del camarero, que le ofrezaca lo que quiere y a cambio no le recrimine ni le cuestione..pero en fin, vuelvo a irme por las ramas, y eso sería tema para otra disertación...

La zorra, perdón, la joya (ya hablo como mi querido Fernando) que se le fue de las manos, en cuestión, se llamaba Najyala. Así mismo, lo puedo jurar. Era morena, morenaza, me contaba él, el culo prieto y las caderas anchas (por que de paso sea dicho,jamás tuve el gusto de conocerla, como al resto de sus morenazas de culo prieto, parecen todas salidas de alguna canción aún no escrita de Sabina). Vamos, proseguía él, el tipo de mujer que ves pasar a tu lado y no te crees que un dia pueda terminar caminando agarrada de tu brazo, en plan relación de salir por el día y eso.

Con los años he ido conociendo el uso especial del lenguaje de mi amigo, asi como la creación en exclusiva de un diccionario que no encuentro en biblioteca o estantería alguna, solo apto para utilizar en conversaciones con tipos como él.

Así, a la sombra del beneficio de este conocimiento, que por ser amiga me tiene concedido, explicaré aquí a los neófitos que el comentario de salir por el dia es en Fernando señal indiscutible de que ya ha pasado con ella la noche y volverá a intentarlo de nuevo..., sin necesidad de que el acto de pie a mantener ni por asomo relación “seria” alguna al uso , como seguramente sueñan las ingenuas que van cayendo en las garras de sus brazos , a costa de una labia de golpe efectivo, imagen de bohemio pijo con toques de intelectualoide incomprendido, y ningún interés en repetir la misma maniobra si no es con fines lucrativos, para decirlo de la manera menos dura posible y no herir egos o corazones sensibles de alguna heróica mujer que ya haya probado sus encantos y que , dudo mucho, esté leyendo estas líneas, pero así me salvaguardo de que luego me persigan intentando averiguar por qué él es así, por qué las dejó ...Para eso, tendrían que haber sido un poco mas listas y hacer como yo, que desde el primer dia que le conoci (lo han adivinado, intentaba ligar conmigo en uno de esos baretos, he de decir en mi favor que yo íba un poco colocada debido a una reciente desaventura de la que no pienso ni hablar) no le tome en serio ni por un segundo, lo que confabulo una especie de amistad genuina, que solo se rompe cuando él se encuentra en baja forma y me intenta camelar para que le presente a alguna de mis otras amigas inteligentes y que pasan de hombres versión canalla y pendenciero con ese aire una mezcla entre un James Dean y peterpan del siglo dos mil.

Él, mi amigo, le tacho de tal por la costumbre de los años, supongo, porque son desde aquel primer desencuentro muchas tardes y noches de copas, de confidencias y tertulias entre amiguetes, y por esto mismo no le he dejado tirado ni una sola vez, a pensar de su impuntualidad y su falta de valores respecto a las féminas, porque ya es mucho tiempo y parece que presión que ejerce de la suma de minutos encadenados, lo sigue siendo pese a todo porque la divergencia de opiniones la he ido disculpando a costa de tener otros problemas en lo s que preocuparme, hasta esa tarde, siempre hay un resorte , que cuando se toca, abre la caja de Pandora que durante tiempo hemos intentado mantener en una esquina, sin mentar y oculta hasta de nuestra opinión .

Como iba diciendo mi amigo F vino aquella tarde a llorar sus desgracias al único hombro que quedaba despierto en toda la ciudad aquellos días festivos de una Semana Santa, que como todos los años, tan solo ofrecían pasos ... como mínimo hacia el aburrimiento televisivo, o patético en calles cortadas por individuos disfrazados a modo de Halloween, que me traen a la mente películas y documentales sobre racismo, las mismas caperuzas, los trajes, esas cruces bordadas en el pecho..en fin.

El hombro, en cuestión, no tenía el humor muy fino esa noche, entre otras cosas, porque se había quedado sin vacaciones, lo que le habia producido un cabreo de cojones, para ser claros, ya que había perdido la oportunidad de ligarse al último chico que había conocido que le había llegado a interesar un poco después de año y medio, desde su ultima ruptura...de lo cual, no hablare y no hablare aquí, solo de recordarlo (-). En fín. Lo que una no haga por los amigos. Tras el tapeo casero acostumbrado y delante de una fría Pils alemana, empezó la consabida retahíla de frases llenas de topicos quejumbrosos, pero si se lo daba todo, si ella no tenía más que abrir la boca (que por lo que me decia no era lo unico que tenia abierto, las 24 horas, cual autoservicio de gasolinera), y yo se lo daba como un gilipollas , que hasta le hice los papeles para que se pudiera traer a su familia, de no se que pais, que de tanto repetirme el nombre yo solo me quedaba con la imagen de una familia completita de esas con su padre, su madre, perro ratero y abuela incluida en el pack, todos a una cargados de maletas en el aeropuerto...que ya les veia de oKupas en mi casa, limpiando mi hogar y colgando los calcetines en medio de la cocina, pobre Matilde! (porque Fernando para los amores es un lío, es peor aún para los temas domésticos, tendrían que verle, si no fuera porque tiene asistenta, su Matilde, que lleva con el más de cinco años y que le cuida como a un hijo, que ya la quisiera yo para mi, no tanto para cubrir con la faena obligada –por decir algo, a ver quien me pone a mi una pistola ..- de las tareas de la casa, que también me haría falta , sin por la parte humana de esta mujer, que cubre con él todas las carencias afectivas de una madre, esa que yo tuve viajando de punta a mundo del mundo mundial cuando yo era apenas un retazo de niñata que sacaba de quicio con mis preguntas y con una mala leche que solo la edad ha ido suavizando...y en fin, que de eso tampoco venía yo a hablar)

...¡Cómo he caído!, empezó a repetirse , cual plañidera de Orense en el velatorio de algún vecino de cuerpo presente, que aún sin conocer se cree en la obligación de sentir, solo por no tener ya otra obligación ni nada que limpiar en su casa, y eso estaba Fernando, que como a él las faenas de la casa se las hacía la buena de Matilde, pues no le quedaba otra que insistir en que era el más desgraciado de Barcelona en aquella Semana Santa, obviando a los que en aquellos momentos se arrastraban y caminaban descalzos en excelsa procesión, pertrechados en sus ideales y fervor religioso, sobre suelos llenos de cristales, sosteniendo en velas y accesorios más que yo en abalorios un sábado por la noche. Kilos de imágenes religiosas planeando sobre sus caperuzas, sabañones , y la fe que les inspiraba el canturroneo de cuatro decrépitas con telo y espontáneos que pareciera se daban más al tabaco que a los gargarismos de tomillo.

En esas estaba el quejica de F. , que me entraban a mi ganas de llorar con él, más por echar fuera lo que aún recordaba de ese fantástico día, mis vacaciones enviadas a la mierda en el momento que mi jefe decidió que aún no estaba pulido el proyecto en el que andaba, y que mejor lo revisábamos ese fin de semana, aprovechando la insana manía de algunos de descansar , con la de días que había para aprovechar en hacer algo útil, literalmente , me dijo (yo aún no doy crédito a sus palabras, pero en fín, él es el jefe, el que gana la pasta gansa, y yo una becaria en una editorial trasnochada, en ciernes de asesinar por asfixia a un colega pelma – yo, no la editorial- y no pienso seguir con el tema laboral, que hasta mañana no tengo que volver). Así estábamos, los dos apunto de llorar, que ya me entraba cansancio de escucharle, era como un disco que giraba giraba y empezaba a marearme.

Con la excusa de estar más centrada en su problema, y en realidad lo confieso, porque no se quedara en mi casa hasta entrada la madrugada, como suele hacer en caso de crisis sentimental, y para qué negarlo, decidí aprovechar su momento bajo y mi mala leche para unidos frente a unas cervecitas y un trocito de tiramisú de mi restaurante preferido matar su crisis pasajera y mi tentación de salir corriendo hacia el muelle y coger aquel barco en dónde estaba a punto de partir el veinteavo hombre que yo afirmaba como el definitivo hombre de mi vida.

“Decidimos” (queda mejor decirlo asi, en plural, pues a los hombres conviene hacerles creer de vez en cuando que la idea ha sido suya) salir a mojar penas en baretos, y fue como terminamos en un lugar de mi agrado, un lugar coqueto que trata de imitar el ambiente añejo y acogedor de los clubes ingleses de antaño.

Nos apostamos en la barra, y con premura se nos acercó un camarero de esos que me gustan a mi, porque parecen salidos de una buena película clásica, vestidos con esas chaquetitas cortas, pajarita y fajín, que tan bien les suele quedar (sobre todo porque te haces una idea bastante exacta de lo que hay debajo, si la barriga aún no saluda alegremente por encima del fajín) . Con esa profesionalidad apetece más pedir un cóctel , da igual lo que le pongan dentro, que la simple cervecita, aunque sea de importación, solo por darles el gusto de agitar la coctelera como ellos saben.


A la tercera cerveza, medio tiramisú casero servido en aquel plato gigante y mucho adorno , todo monísimo , ya empezaba yo a olvidar a mi proyecto “hormonal” por el que tanto había sufrido esa misma tarde y despedía mentalmente aquel barco (con pañuelo lleno de efluvios y ojos llorosos, eso si, pero en fin, la vida es breve, y los amores van y vienen, a veces sin darles ni siquiera la oportunidad de nacer, asi es la vida) Desde la altura de mi taburete, y la vista que me ofrecía aquel rey del cóctel, moreno, ojos verdes, culito respingón, que a su vez me enviaba mensajes ya través de unas sonrisas que no recibí como profesionales.

Luego me di cuenta de que las risas era provocadas seguramente por los comentarios que en voz alta le hacia yo a Fernando, que seguía llorando sin lágrimas (y dando buena cuenta de todos los ejemplares de pinchitos que iban apareciendo bajo los cristales de la higiénica y limpia la barra) por su morenaza de culo prieto, la de la familia numerosa que casi le arruina, ya empezaba con la parte más lastimosa y dura de la historia.

Creo que empezaba a no escucharle, algo que no sabia describir me molestaba o me hacia cambiar de postura todo el tiempo, comer algo más deprisa de lo habitual, y beber sin dejar que el hielo y la escarcha del cristal desaparecieran del vaso.

Me disculpé en voz baja , como corresponde hacer en un sitio como ese, susurrando, porque ya estaba un poco cansada de aguantarme las ganas y dedicarle a Fernando alguna subida de tono que en otro momento hubiera sacado, en nuestros lugares habituales, o en mi casa, pero allí me contenía, por mi, por él, y por el camarero, que seguía sonriendo y mirando fijamente, con aquel flequillito tan gracioso que le caia sobre la frente, qué malos éramos y que mala me sentía, como la bruja de algún cuento infantil, ligando descaradamente mientras mi amigo lloraba sus penas .

(To be continued...)


1 comentario:

  1. precioso relato estoy ansioso por la 2º parte ya;parece real y todo a quien no le ha tocado alguna vez consolar a un amigo lo malo que si se trata de desamor suele ser complicado aunque el tema es que el o ella se desahogue y tenga quien le escuche y de animos y mimos que en esos momentos no hay dinero que lo pague eso aparte si como la prota se liga de paso al camarero pues mira doble premio.:)

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