14 de noviembre de 2010

NUEVOS ESPEJISMOS DE ARENA Y CAL

EL GUERRERO DE LA LUZ -Anotaciones al manual




Desde que el guerrero de la luz se convirtiera en un curioso libro de cabecera -en la cabecera de las camas que he ocupado durante los últimos años- he aprendido a sacar brillo a la armadura y de poner un ojo en retaguardia a un tiempo, necesidad que aprendí de mi maestro de luz interior, que título tan resabiondo, le digo siempre.  Los maestros disfrutan de un sentido del humor envidiable, que mejora con los años.



Necesitó mucha paciencia el individuo, a través de sus disfraces, para enseñarme que los ojos cerrados no tienen necesidad de pruebas táctiles, y que por eso las órbitas invisibles (el Ojo Sabio) serían las que me harían disfrutar de las mejores vistas que podría captar.

Más aún le costó a mi raciocinio entender que la realidad de la que me rodeaba no aparecía en el mundo de cartón-piedra como un escenario decorado a gusto del consumidor final.

Ejercitar la vista a oscuras ignorando los juicios, la capacidad de engaño de algunos, no es difícil tanto como arriesgado. Se necesita ejercitar la serenidad absoluta ante el desconcierto, el propósito de mantener la firmeza de la autoconfianza, cuando nada es lo que parece ser, cuando muchos de los objetivos se despojan involuntariamente de los antifaces que aceptamos como reales antes de practicar la visión nocturna:



"Ver a oscuras es un trabajo de por vida, mal pagado, y sin vacaciones.
Ver a oscuras tiene su mérito si aplicamos el conocimiento que nos brinda para no creernos más que nadie.
Ver a oscuras cansa, cansa tanto que nadie que pertenezca a esa empresa gasta su pólvora en infiernitos.
Para ver a oscuras hay que aprender a aceptar la oscuridad y todo lo que ésta conlleva, desde el silencio interior, la promesa de autodignidad, el efecto mariposa, hasta el interrogante caduco de los que necesitan tocar para creer.
Así, mientras los que viven dormidos retozan como perdidos durante la noche, los despiertos que apenas cierran los ojos, salen a divisar el futuro, livianos, apostados entre las sombras de la certeza, planteando nuevas dudas que recogerán los guantes blancos de la manada.


Hasta que se encuentren de nuevo..."

(de Nuevos espejismos de arena y cal)


Cada día me sorprende la vida, desde que no me dejo deslumbrar por el refulgir de los espejismos.
El que quiera ver, que vea. Y el que no vea, no es que no pueda, es que no quiere, digo yo.

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