15 de febrero de 2011

RESEÑA - EL SILENCIO DE LOS CLAUSTROS, de Alicia Giménez Bartlett


Alicia Giménez Bartlett
Editorial Destino
Colección: Investigación abierta
© Alicia Jiménez Bartlett, 2009
© Ediciones Destino S.A., 2010
1ª Edición en colección Booklet Febrero de 2010
Género: Novela – Narrativa Policíaca-
Novela Negra – Misterio
ISBN: 9788423341849
461 Páginas


Argumento

El convento de las corazonianas, una orden religiosa situada en Barcelona, se convierte en el protagonista de este nuevo caso de la inspectora de policía Petra Delgado y su ayudante, el subinspector Fermín Garzón.

En la capilla de las religiosas aparece asesinado un fraile del monasterio de Poblet, que realiza trabajos de restauración en la momia incorrupta de un beato.

Un nuevo asesinato relacionado con el secuestro de la momia pone en pie de alarma a los superiores de Petra, y en principio todo señala hacia un posible fanático religioso.

El desfile de personajes es de lo más variopinto, y además de la momia que aparece cercenada conoceremos detalles de monjes expertos en arte, de la directora del convento -que esconde su adicción al tabaco tras la puerta de su despacho-, así como la ansias de reconocimiento del jefe superior de Petra, más interesado en seguir los pasos de la prensa que en conocer los detalles del caso. Junto a los personajes secundarios –que no lo son tanto-, se da forma a la intrigante historia que se desarrolla en esta nueva novela.

Petra se ve envuelta en el caso más curioso y atípico de toda su carrera en el cuerpo de policía, al tiempo que entre persecuciones e interrogatorios, trata de compaginar el ritmo ajetreado que marca su profesión con su vida personal actual. Con su nuevo matrimonio, tendrá que enfrentarse a la convivencia diaria no solo con su marido, sino también con los cuatro hijos que éste aporta a la nueva familia.

Opinión

Alicia Giménez Bartlett es conocida por muchos lectores de novela negra desde que en 1996 inició con Ritos de muerte la saga protagonizada por la perspicaz inspectora de policía Petra Delicado, en donde despliega unas dotes más que brillantes a la hora de sugerir tramas y personajes siempre creíbles, y que al mismo tiempo nos coloca en ambos lados de la historia, la de los delincuentes fortuitos o asesinos implacables, y la de los que están del lado de la justicia.

La autora cuenta con una prolífica obra en narrativa de ficción, además de ensayo y relatos. Un largo camino sembrado de varios galardones, comenzando en 1997 con el Premio Femenino Lumen por su novela Una habitación ajena, hasta el reciente 67º Premio Nadal (2011), por su novela Donde nadie te encuentre.

En lo referente a su faceta como narradora de novela negra, El silencio de los claustros se muestra como el punto de inflexión de la autora, y se convierte en la mejor novela de Alicia Giménez Bartlett dentro de la saga de Petra Delicado, inspectora de policía que ha destacado en investigaciones de todo tipo; con un carácter duro, que se hace respetar por sus subordinados, y dotada de una sensibilidad especial cuando se trata de entender la parte humana de los delincuentes y su mundo, con indiferencia a su estatus o condición social.

Puede decirse que es una mujer que ya está “de vuelta de todo”, y aún así se deja sorprender en cada caso particular cuando su sagaz observación le lleva a leer entre líneas, descubriendo que la lógica común no ayuda a resolver los casos tanto como la experiencia, los pequeños detalles, y en muchas ocasiones, la propia suerte.

El ritmo de la novela es rápido y el estilo fluido, como ya caracteriza a la autora. Si en algún momento durante la novela parece que la línea de investigación es clara, no debería asombrarnos que varios giros de tuerca nos hagan cambiar de idea una y otra vez, tanto respecto a la comisión del delito como de los sospechosos de su autoría.

El lector entenderá que nada es lo que parece, en este caso en el que la sospecha recae a cada instante en diferentes personajes o aparecen nuevos e inesperados indicios que obligan a cambiar el hilo de la investigación; el trasfondo real se oculta tras una capa de maquillaje tan gruesa que nos despista una y otra vez tanto como a sus protagonistas.

Al relacionar la historia personal de Petra –creo que es la ocasión en que más espacio ocupa en una de sus novelas- y su agitada vida profesional, descubrimos la parte más humana de la inspectora, quizás dulcificada –solo lo justo, porque ella sigue siendo una mujer pragmática e independiente- por la recién estrenada convivencia y las continuas preguntas de sus hijastros.

Las fricciones que mantiene con los hijos de su esposo o con él mismo son un claro reflejo del cambio que se ha producido en nuestra sociedad respecto a los modelos de familia emergentes. Situaciones reales que Petra sortea con mucho humor, paciencia y rechazo a los convencionalismos.

Ha sido muy inteligente el recurso de Alicia Giménez Bartlett, al introducir novedades en la situación personal de los principales protagonistas, con sus matrimonios respectivos, con lo que la historia en general sale fortalecida, y crea un nuevo interés.

Tanto Petra como su nuevo esposo llevan varios divorcios a sus espaldas, y eso se nota en la manera de encarar las situaciones, siempre pendientes de no repetir viejos errores. Aún así, comprobaremos que la inspectora se replantea su anterior situación de soledad, y durante toda la novela surgen las dudas y un nuevo motivo de inseguridad personal, un umbral que recorre desde la satisfacción de su nuevo estatus hasta el miedo latente a perder su autonomía, propio de quien -como ella- ha vivido demasiados años en la rutina de una soledad más que asumida.

Garzón y Petra aún tienen tiempo de demostrar hasta qué punto llega su camaradería más allá del protocolo de sus actividades, como funcionarios al servicio de la ley y el orden, compartiendo pequeñas confidencias entre jarras de cerveza y la recurrente “última copa” tras las jornadas más duras.

Es entonces cuando descubrimos dos comportamientos que difieren en la forma, que no en el fondo. El amor pasional que siente Garzón por Beatriz, su también recién estrenada esposa, descubre que existe vida más allá del trabajo, y solo ve el momento de volver a su casa con ella, mientras que sobre Petra sobrevuela el miedo de sentirse dependiente de alguien, y se sigue comportando como hacia antes de su matrimonio, pero al mismo tiempo le reconforta despertarse a diario al lado de un hombre que en principio se muestra comprensivo con su trabajo y que no intenta cambiar su ritmo de vida, aunque él por su parte no demuestre ser todo lo feliz que esperaba.

La acción de la novela transcurre como ya es usual en la ciudad de Barcelona, y en este nuevo caso tendremos la oportunidad de pasearnos entre las paredes de un convento respirando la estela de silencio que inspira su anodina calma, al mismo tiempo que su vacío, rutina y desgaste moral.

Que nada se cuente ni traspase los muros no quiere decir que nada se sepa. Dos mundos que parecen tan contradictorios, y que sin embargo tienen en común más de lo que se aprecia a simple vista.

El tiempo se detiene cuando entramos en el convento, y el ambiente se vuelve trepidante a pie de calle o en el domicilio conyugal, en donde ahora es más difícil encontrar un momento de paz. Eso no le preocupa mucho a Petra, porque sus momentos de paz los sigue teniendo a su manera, como el tiempo anterior a su matrimonio, en algún bar poco frecuentado, observando su reflejo en la copa.

Una novela de fácil lectura, entretenida, con diálogos ingeniosos y personajes que nos recuerdan a alguien que ya nos hemos cruzado antes.
Con un desenlace sorprendente, como debe ocurrir en una historia de suspense, el misterio está servido.

Detrás de los muros silenciosos, los secretos se ocultan en labios sellados...



Saray Schaetzler, para Anika entre libros

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