27 de marzo de 2011

RESEÑA - GOUNDI, UNAS VACACIONES DIFERENTES

GOUNDI, UNAS VACACIONES DIFERENTES de Isabel Rodriguez Vila

GOUNDI, UNAS VACACIONES DIFERENTES


(Una aventura solidaria en el Chad)
(Prólogo de Javier Nart)
(Presentación de J. Barberá)
Isabel Rodriguez Vila

Editorial Plataforma
Colección: Testimonio
© texto y fotografías, Isabel Rodríguez Vila, 2009
© Plataforma Editorial, 2009
1ª Edición Noviembre de 2009
Género: Literatura No Ficción – Testimonio - Humanidades
ISBN: 9788496981713
207 Páginas


Argumento

Cuando las vacaciones de verano se convierten en un mano a mano cooperando con personas desprendidas, que se dedican a dar su vida para acercarse un poco a un utópico bienestar de una zona paupérrima del Chad.
Cuando las cremas hidratantes pasan de ser un capricho consentido a un lujo inalcanzable, como lo es un interruptor o el hecho de ver salir agua fresca de un grifo.
Cuando la propia experiencia es la encargada de mostrarnos la miseria humana, esa realidad que en el “primer mundo” no llegamos ni a rozar siquiera.
Siempre hay personas deseando ayudar y echar una mano, constata Isabel. Ella y su marido son dos ejemplos de ello.
Unas vacaciones en el año 1992 le han llevado a vivir en primera persona la enfermedad del continente africano. Esa que sin darte cuenta se mete bajo la piel, para la que solo existe una cura: volver y volver...


Hay libros que nos pueden gustar más o menos, ya sea por su historia, un estilo que nos es ameno, una trama bien construida,...razones diversas que nos enganchan a seguir leyendo o que nos introducen en un hueco literario que antes nos pasó desapercibido.

Este libro es de los que marca, que deja una impronta que no se olvida fácilmente con el paso de los días, quizá porque entonces ya somos conscientes que mientras analizamos, pasamos una página y nos recostamos o damos un nuevo sorbo a nuestro café, los personajes que hemos conocido, que vamos ensayando a medida que la historia avanza, son reales. Y esa realidad continúa más allá del instante en que aquí cerramos el libro. Esa premisa se convierte en una de las preocupaciones que a Isabel Rodríguez Vila, la autora, y por ende protagonista vivencial de este documento sobrecogedor, le produce cierto malestar de un tiempo acá, algo que no había experimentado en todos los años que ha intervenido en esta aventura.


¿Qué ocurre cuando la miseria se hace costumbre, y se instala cada vez en la misma cara del cubo? No se llegas a entender, hasta que el puzzle toma forma y las piezas encajan. Esto sucede cuando Isabel llega a Goundi, un poblado–misión a cargo de religiosos y cooperantes, en donde el hospital se convierte en el centro presencial de las vivencias, testigo de la inagotable fuente de valores prácticamente desaparecidos a este lado del mundo, que surgen en presencia de un halo que en ocasiones reseca las gargantas, y otras hace que bailen al ritmo de la ansiada época de lluvias.

Tras una lectura a saltos, entre vagones de tren y esperas varias, tuve la necesidad de abrir el libro desde el comienzo, para asimilar tanta emotividad, todas las escenas que se condensan desde el primer renglón. Y lo terminé de leer en apenas dos tirones.

Creo que ha merecido la pena rescatar este libro entre las varias lecturas pendientes, ya que ha supuesto un varapalo de realidad, de la otra realidad, sobre la que solemos hablar, porque, ¿quién posee datos suficientes capaces de removernos un poquito la conciencia?. Solo un testigo en primera persona con una mente y una disposición abierta, como lo son las de Isabel Rodríguez Vila, capaz de tocarnos el hombro y llamar nuestra atención sin entrar en tremendismos ni victimismos innecesarios.

Conscientes de que el día en la misión se mueve a cámara lenta, y de la inexistencia de distracciones materiales que les permitan mirar hacia otro lado, Goundi les regala una introspección silente, ideal para sopesar las distancias que existen entre el mundo que les han vendido y el recién encontrado.

Isabel Rodríguez Vila ha cogido la cámara para dejar constancia de la vida que parece escapar por las ventanas del hospital, de la muerte que a menudo acecha a pocos metros de su cama, de la bondad sin límites de esas personas anónimas que se sumergen en una vida caótica, compensada con una sencilla sonrisa, auténtica.

Imagino a Isabel, la mujer, en medio de ese bochorno que consume la micción y empapa su uniforme verde de enfermera, desplazándose por la misión, sin apenas necesidad de buscar la foto, sino dejando que vengan a ella las imágenes que termina por incluir en la parte central del libro. Un testimonio que ya habla por sí solo.

Es éste un libro que sin proponérselo nos obliga a meditar, al tiempo que puede servir como puente que abra nuevos caminos para algunas personas que quieran cooperar de algún modo con esta misión. Isabel ha advertido tras dar a conocer el proyecto llevado a cabo en Goundi que hay mucha gente deseando echar una mano. Y después de leer este libro, nadie puede quedar indiferente. Como mínimo, uno se siente pequeño, muy poca cosa, como le ocurre a ella cuando contempla todo el amor que le rodea a diario, a través de comportamientos desprendidos y la perenne actitud positiva de los cooperantes.

Un sentimiento que vence aún a la necesidad y a la evidente falta de medios técnicos.

No es un tratado de “cómo ayudar a los pobres del tercer mundo”, ni intenta ser convincente. No empuja a nadie para obligarle a reaccionar.

El testimonio absorbe, es así de fácil. Isabel le lleva a uno de la mano a través del poblado, pasando junto a la sala en donde los niños se mueren entre convulsiones, sin olvidar el tramo que rodea la plaza central del hospital (en donde los familiares de los enfermos ocupan un sitio fijo al lado de estos, a la intemperie, en ocasiones durante tantos meses como tiempo de cuidados necesite su familiar).

Al finalizar el largo día la enfermera se resguarda entre los brazos de un profesional con vocación, su esposo Mario Ubach, cirujano, médico voluntario en el hospital de Goundi.

Isabel llora en silencio la impotencia que siente ante algunos días especialmente duros. Pero siempre hay algo que le empuja a seguir adelante, ya sea un nuevo proyecto o la alegría que suponen las aportaciones y el ánimo que recibe cuando llega a España y empieza de nuevo a acumular regalos, donativos de amigos y otras personas que como ella, son conscientes del verdadero significado que hay tras la información –que suele llegar sesgada- del circuito de ONGs varias.

Dicen que los milagros ocurren cuando el tiempo y el espacio forman parte de un mismo todo. No se si en Goundi se han visto muchos milagros, en todo caso, seguro que no los airean, porque allí se vive el hoy, el ahora, sin las prisas de nuestros modos de urbanitas. En aquella parte del Chad no han llegado las enfermedades de moda que nos acosan en este lado, ni depresiones, ni ansiedad localizada. No es extraño, sin embargo, acusar la plaga de otras supuestamente extinguidas. La paradoja actual que sin lugar a dudas nos muestra esta sintomática incoherencia a nivel mundial.

La autora ha cedido sus derechos de autor al Hospital de Goundi. Sé que muchos se animarán a conocer esta misión, así que desde estas líneas les invito a entrar en www. misionydesarrolloparagoundi.com.

Por el espíritu de Goundi y por el ejemplo que todas las Isabel nos dan cuando nos atrevemos a mirar por encima de nuestra comodidad cotidiana. Creo que me quedo corta. Se merecen mucho más.


Saray Schaetzler, para Anika entre libros

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