16 de agosto de 2011

Viajando voy..., Asi habló Gulliver

A viajar se aprende. No ser un mero turista de nuestras circunstancias requiere de mucho valor. Hay para ello un pequeño secreto - el mejor guardado por los viajeros perennes, hombres y mujeres de apretón de mano - que aquí comparto:


jamás has de comentar sobre la parte del viaje que te haya invitado a reflexionar.



Puede que sea ésta la razón de tantos álbumes que atesoramos bajo llave, llenos de cadáveres congelados, tan frios como cuando viajaban en primera.

La experiencia, que tiene su ironía, ha transformado momentos y gestos en todos esos despojos mancillados; terrenos al fín conquistados que intuyes no volverás a horadar.

Cuántos colores, cuántas frases vacías, cuántas noches agitándonos entre sueños, para terminar oprimidos en un panfleto que te describe y ridiculiza con ese tono de este tampoco soy yo. Bendita indiscreción.

Así, Gulliver, que tenía cierta inteligencia profunda, sentenció: no disertaré sobre mi propia locura (puedo constatar que nunca viajó con la cámara de fotos encima).


Viajando voy..., Asi habló Gulliver

(©Saray Schaetzler, 2011)

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