20 de septiembre de 2011

11 de septiembre de 2011

RESEÑAS -LIJ- Free-Lance, Tras la pista de Hoffel


FREE LANCE. Tras la pista de Hoffel
(Free Lance. Tras la pista de Hoffel, 2011)
Daniel Hernández Chambers

Editorial Versátil, S.L.
Colección: Juvenil
© Daniel Hernández Chambers, 2011
© Ediciones Versátil, S.L., 2011
1ª Edición: Mayo 2011
Género: LIJ (+9 ) - Novela corta – Ficción – Suspense –
- Detectives – Nazismo - Literatura Juvenil
ISBN: 9788492929429
182 Páginas


Argumento


El joven Nicolás sueña con trabajar como periodista. La oportunidad le surge cuando consigue una entrevista con el Sr. Ramírez, director del El Correo Matinal, gracias a la amistad que le une con el padre del muchacho.
La única condición que le pondrá el editor para que el chico vea su nombre editado en un artículo del periódico local, es que trabaje como Free Lance, o lo que es lo mismo, como corresponsal libre, sin cobrar un sueldo ni tener un puesto fijo, y siempre que la crónica esté a la altura .

Tras varias ideas que no terminan de convencerle, y de la forma más inesperada, Nicolás dará finalmente con el que será el artículo que con seguridad impactará tanto al Sr. Ramírez, como al resto de la comunidad.

Su primer paso para introducirse en la profesión que adora le llevará a vivir una aventura en la que descubrirá algunos secretos que quizá no le agraden demasiado.


Opinión

En ocasiones buscamos la respuesta más original, y ésta no aparece hasta el momento en que uno deja las expectativas poco probables de lado para sumergirse en lo que le rodea.

Suele suceder que en donde uno menos lo piensa aparece la respuesta que buscábamos. Y como diría algún agorero, no busques, porque podrías encontrar.

Nicolás es el personaje central de esta novela. Un personaje joven en edad –no me ha quedado clara, porque en un par de ocasiones se desdice-, pero que ya posee una pasión concreta por el mundo periodístico. Ello le motiva para trabajar como Free-lance, con la condición de que en vez de una remuneración fija tendrá la suerte de ver publicado algún artículo como único pago a su trabajo.

Algunos jóvenes se pueden ver reflejados en esta actitud de trabajo motivacional, lo que creo que ya es un punto a favor de una novela juvenil, en donde detrás de las consabidas aventuras e historias de estos jóvenes se encuentra el motor de su capacidad para el trabajo bien hecho, las inquietudes personales, y las ideas claras de lo que uno quiere hacer.

Al principio de la novela no se aprecia a simple vista el vuelco que dará la historia, aunque se empieza a intuir cierto halo de peligro. Juventudes Hitlerianas, SS.

Surgen nombres reales y tristemente conocidos, como el de Heinrich Himmler, colaborador cercano de esa figura abominable para la humanidad que fue Adolf Hitler, y otros, como Wilhelm Hoffel, que es el nombre que además de ofrecer título a esta novela, se convierte en el personaje más buscado por varios de los protagonistas, y al mismo tiempo, el que nadie espera encontrar, sobre todo cuando el pasado no es tan delicado ni guarda relación con un presente en donde parece que hayamos olvidado que la historia nunca se termina de contar del todo, siempre que queden testigos que puedan dejar constancia de ello.

La trama se sostiene introduciendo con nomenclaturas germanas y nombres propios relacionados con el ejército nazi, que nos señalan la dirección hacia la que se dirigió una guerra en donde las atrocidades cometidas aún resbalan de entre los agujeros de la memoria.

El joven reportero descubre algunas fotos y documentos por casualidad, y sabe que su artículo solo saldrá a la luz descubriendo quién se esconde tras la detención un tal Hoffer, nazi criminal. La investigación se presenta en el momento adecuado. El resorte, su pasión por la labor periodística.

Se introduce también la figura amable del amigo enfermo de cáncer, lo que construye la personalidad del protagonista que antes comentaba. Uno de esos jóvenes que destacaría hoy en día sobresaliendo muy por encima de la media de su generación, tanto en lo relativo a las aspiraciones personales, como a los valores que muestra hacia conceptos como la amistad, el trabajo, el compromiso con uno mismo y con los demás.

Hay un único punto que me chirría en esta novela, y es el momento en que el anciano Sr. Timothy Richardson consigue saltarse los controles en el aeropuerto de Edimburgo para introducir posteriormente en nuestro pais un arma que, supuestamente lleva escondida entre el equipaje, y para más desconcierto, un cargador ¡con seis balas!.

Ya que se nombra a Edimburgo, no podía faltar la alusión a fantasmas, que en este caso lo sitúa en Liter, un palacio encantado que, según nos cuenta el narrador, fue ocupado por los nazis al llegar la segunda Guerra Mundial.

El final tampoco queda claro. No hay una investigación profunda a pesar de la seriedad del tema. El “malo” se vuelve a esconder, y el Sr. Richardson vuelve a Edimburgo. Ninguna referencia a lo que ocurre tras la publicación de un artículo de tal envergadura. Son estas partes las que dejan de hacer la historia creíble.

Pero me ha entretenido, y la construcción en tres partes, con la introducción de personajes extranjeros que se relacionan de pronto con sucesos de antaño es original.

Para ser su primer caso de investigación a la hora de escribir un artículo, supongo que al personaje le quedarán secuelas con las que quizá el escritor profundice en algunos personajes más adelante, en una entrega posterior.

por Saray Schaetzler, para Anika entre libros

Con mi agradecimiento a Editorial Versátil


7 de septiembre de 2011

TODA ESA FAUNA, PSICOLOGÍA PARA URBANITAS (Estudios de Campo realizados con el estómago lleno y las espaldas muy anchas) - El Loro que Memorizaba, por Saray Schaetzler

TODA ESA FAUNA, PSICOLOGÍA PARA URBANITAS (Estudios de Campo realizados con el estómago lleno y las espaldas muy anchas) El Loro que memorizaba (cuestión de cansancio)



©Por Saray Schaetzler


Hay personas cuyas vidas anodinas hacen el efecto de la adormidera en el alma de quien se atreve a acercarse; rozarles es como traspasar la sala de humo del tiempo perdido (tranquilos, hoy no voy a nombrar a la manida magdalena ni hablaré de su autor).

A veces me pasa que conozco a alguien que en principio me llama la atención, ya sea porque lanza una frase que suena bien dentro del contexto, o hace un juicio que no es una mera cábala, ni parece estar basado en prejuicios o disertaciones de cafetín banales... eso es lo que parece en ocasiones a simple vista. Como decía alguien, a veces –y yo resaltaría: muchas veces- nada es lo que parece. Y tras varios traspiés de lo mismo he aprendido a detectar a estos falsos gurús de la información sesgada, de la repetición cansina. Del espejismo a la intelectualidad barata y sin criterio sano que lo avale.

Estos sujetos, he comprobado que tienen la conversación estructurada, el as bien guardado debajo de la manga –en el fondo no son más que truhanes de la palabra-, para tenerlo a mano en caso de necesidad.

Es como si hablaras con un borrador de una carta-tipo de reclamación de cualquier casa de electrodomésticos: cada frase es parecida a, o similar en cuanto a, o se deja de entender cuando llega a la parte en que habla de los derechos de revocación de los datos personales en los ficheros (que dicho de paso, nadie sabe por qué, nunca llegamos a hacer constar nuestro expreso deseo para que no los utilicen de manera indiscriminada). El caso es no frenar la incontinencia verbal, el miedo al silencio, quién sabe.

Sus discursos baratos comienzan con una larga lista aprendida y memorizada, que solo puede mantener alguien que ya en el colegio presumía de ser don perfecto, todo aplicado aquel alumno que se dedicaba a envidiar la natural empatía de los demás.

De la a a la z: nombres propios de lugares, personajes y batallas; fechas exactas –que luego, si tuviéramos la paciencia de comprobarlas nos daríamos cuenta de que ni siquiera son correctas-.

Saben enumerar los códigos de barras del último cigarrillo salido al mercado, pero su mejor faceta la muestran cuando evocan el pasado, y ahí es en donde está el quid de la cuestión para desembaucar a estos tipos: todo lo que conservan en su memoria pertenece al pasado, que es en donde aprendieron todos esos datos, que utilizan una y otra vez, siempre las mismas cifras, las frases idénticas, el ardor con el que se expresan roza lo cómico; llegan a gastar en sus disertaciones vacías todo el contenido, de un plumazo dejan patente su inconsistencia.

Ahí está el quid, como digo, para desenmascararles. Proponles un tema que sea novedoso, o de tu interés personal, que tengas conocimiento sobre el mismo, o una opinión firme y elaborada: solo lograrás que traten de desviar la atención, sobre el tema, sobre lo que sabes, y sobre tu misma opinión. La manera de hacerlo también suele ser un dato a grabar en nuestra observación del movimiento de este pájaro embaucador y sus timos en cuestión de cultura: lo menos bonito que suelen hacer es pasar a ridiculizar al contrario, por supuesto, los demás jamás saben de lo que hablan. Él cree que sí sabe, y se lo llega a creer. Y lo que es peor, te intenta convencer.

Lo mismo que los demás salimos de casa con la agenda, las llaves y el monedero, ellos salen con las notas memorizadas, es como si tuvieran un chip milagroso que se activara cada vez que alguien intenta comenzar una charla. La conversación más simple termina siendo un campo de batalla para estos primitivos contrincantes. ¿Qué se habla de política? Ellos no solo es que entiendan de ello –los únicos por el momento, hasta nuevo aviso- sino que te señala a vuelapluma lo mal que se portaron aquellos joputas , lo que te hace dudar de estar en medio de un comadreo de peluquería de barrio. Y por supuesto, es conocedor de los detalles íntimos de todos ellos, suele jactarse de ello en público y a viva voz.

Cada uno es dueño de su asombro, y el patético sujeto al que hoy  identifico se deja asombrar con todo, aunque lo intenta disimular.

Con tal de sentirse importantes en medio de la que ya saben es su mediocre vida no dudan en crucificar y denigrar a cualquiera que crean pueda estar a un nivel superior, aunque sólo sea en tener la ropa más blanca. Desearán ponerte un tubito de tinta china cada vez que pones una lavadora (últimamente me obsesionan los electrodomésticos).

Mejor no llevarles la contraria, porque en seguida se exaltan. Por eso se creen que al callarse los demás es que le dan la razón, pues no entienden que ya les han pillado el truco por el cual es mejor mantenerse en postura de salir corriendo y silencioso.

A estas alturas del cuento ya todos saben que este tipo de personas a la larga no aportan nada, si acaso malestar general, con su verborrea facilona y simplista, con sus cientos de datos, que, bien mirados y una vez que están lanzados así como por casualidad, resultan ser los mismos que volverá a darnos mañana, y al otro, ..y así mientras no les paremos los pies para preguntarles si además de fechas –siempre las mismas- y nombres propios –siempre los mismo, evidentemente- sabrían definirnos –sin tirar de poetas muertos ni de los vivos del Facebook- a qué huele la primavera.

Los loros de este zoo humano tienden a la muerte repentina. Cuando ya sienten que les evitas, que les pides un poco de por favor, y que ya no estás dispuesto a seguirle escuchando ese ritmo del discurso cansino ni dejas que controle tus conversaciones ni el modo o el tiempo en que las realizas, ... ¡zas!, cuando al adoptar sus cuatro temas-modelo con los que lleva años saliendo del paso intuye que a ti ya no te interesa... se van a abonar otro campo.

El loro pide pipas y alguien que le escuche. Si se las das, estás perdido, porque te convertirá en el rehén perfecto para sus interminables horas de cháchara inocua. Y a la hora que sea, que la pasión le pierde.

Total, todo lo que va contando tan convencido rechina a la tercera vez que intentas introducir algún elemento nuevo en el discurso: no te lo permitirá, porque el prota de esta historia es él, su ombliguito y su falta de conocimiento en todos los sentidos. Desde el año de la palangana no ha vuelto a ponerse al día , excepto cuando sigue las noticias, pero las sabe adaptar a su papelón aprendido, y si no, sabe mal decirlo, pero se cree a pies juntilla todo lo que venga sellado, avalado con un título oficial o esté por escrito.

Pregúntales, si te interesa no perder el sentido de la realidad, qué piensa o siente de aquello y de lo otro, que saldrán por pies. No hay nada más fácil que descolocarles en pleno efluvio endiosado que recurrir al interrogante, al resquicio por donde entra la parte sana del conocimiento bien entendido, sin necesidad de predicar ni de utilizar un falso humanismo moral.

Ahí le has dado. Esto es un sinvivir.



© Saray Schaetzler, 2011

3 de septiembre de 2011

HABLANDO CON UNA MISMA, QUE NO ES LO MISMO QUE MONOLOGUEAR - EL ERIZO Y YO

HABLANDO CON UNA MISMA, QUE NO ES LO MISMO QUE MOLOGUEAR A TONTAS Y A LOCAS

el erizo y yo (cuestión de elegancia mental)


Con el tiempo uno aprende a detectar los diferentes impostes de manuales de buenas formas y civismo de esta sociedad, de la que deberíamos orgullecernos (¿no es cierto que la hemos creado entre todos? ¿o acaso me la pusieron bajo la almohada mientras dormía ?), pero que sin embargo me veo incapaz de hacer: algo tan magnífico, ¿y yo soy responsable de su des-construcción? Demasiado duro como para aceptarlo antes de cumplir los sesenta, y si llego seguramente me importará un rábano quién a llevado a qué.

No se qué habría sido de todas mis opiniones y observaciones escritas, de haber vivido hace dos siglos, supongo que estarían parapetadas bajo la rebeldía, lecturas a escondidas, o ya acercándome a algún personaje contemporáneo invaden mi imaginación y de puntillas todas las Reneé y Palomas que de tanto en tanto dejo escapar a correr por mi desván.

La elegancia de ser un personaje moralmente absuelto, no reside en la consecución de ciertas ceremonias repetitivas que, por acto u omisión nos ponen del lado de los más majetes, sino ese halo de cierta amoralidad –amo las paradojas- que nos cubrimos al intentar precisamente, parecer todo lo contrario de lo que predicamos.

Cualquier vestigio de inmundicia, como la mejor de las odor-fresh del mercado, es digno de estudio, pero solo superficial: la mierda huele, por mucho que queramos esconderla o disfrazarla. Y la doble moral es la que peor huele.

No deja de asombrarme esta serie de nuevos jueces de la conducta, muchos de ellos surgen como setas desde el comienzo de la época de crisis (esa que dicen está sucediendo), que se llenan la boca con el mismo vómito que provocan: Somos buenos, somos dadivosos, pensamos en los demás, no entiendo porque la gente es mala/la gente me señala con el dedo/la gente hablar de otros. Pendencieros y corruptos de la miseria emocional de los demás, son los primeros en señalar escudándose en su patética y putrefacta verdad, en una moral a la que le tiemblan los cimientos en el desarrollo mismo del discurso.

Siempre he preferido las verdades completas, y el conocido dicho de los moralistas de salón me salve DIOS... tiene para mi más valor que el padrenuestro antiguo (el que todo son excepción conocían).

En mis idas y venidas de esta tarde, fructífera en lo más esencial, todo hay que decirlo, me he cruzado de nuevo en las escaleras de mi mundo particular con situaciones y algunos personajes que Muriel B. plasmó en su magnífica visión de la soledad como resorte del proceso creativo y humano (no ocurre lo mismo con la adaptación al cine, que me desagradó y me dejó pácticamente indiferente).


Lo maravilloso de este documento escrito (la novela en sí no busca autosatisfacción alguna, no hay más que dejarse llevar por la inexistente trama, la historia plana, sin sobresaltos o los lagos oscuros de ese entramado de vecindad que no desata las pasiones ocultas de ningún lector, hasta el momento, por lo que se) es verse reflejado, esto es lo más grande, subir en el ascensor con un sabio que no hace proselitismo del zen; una pitagorina al uso que planea sobre las cabezas de su mediocre familia sin volverse loca... Esta es la moral que los libros no explican, los valores de los que sería incapaz de hablar o perseguir públicamente. Será que de Torquemada solo me queda la pose, aunque el resto del mundo no lo sepa.

El erizo y yo hemos paseado durante cinco minutos por la vida de Plinio, y hemos tonteado a locas con frases inconexas en unos de esos ciberpatéticos lugares en donde los perdidos y moralistas al uso rellenan las ventanas de un pavo que en vez de presumir, se avergüenza de estar allí.  Hemos tomado un café recién hecho, de esos que predican su olor en la escalera e invitan a recordar cocinas de hierro, de carbón, con toda su crudeza y pesadez, con toda su melancolía y sus pucheros.

Y la portería por barrer.  Esto es un sinvivir.