29 de diciembre de 2013

RESEÑA -PSICOANÁLISIS DEL ARTE, de Sigmund Freud

PSICOANÁLISIS DEL ARTE

Autor: Sigmund Freud
Editorial: Alianza Editorial, 2005
Colección: Biblioteca Freud (Libro de Bolsillo/ Biblioteca de Autor)
1ª edición: mayo 1970
Género y tags: Psicología, Psicología aplicada al arte, Grandes Maestros del Arte, Psicoanálisis, Sigmund Freud.

ISBN 9788420637143



Recopilación de varios ensayos analíticos que Sigmund Freud (1856 - 1939) realizó  sobre añgunas obras de renombre de artistas como Leonardo da Vinci, Goethe, Dostoyevski, Miguel Ángel y Wilhelm Jensen.




Opinión
Desde que se encontraron por vez primera arte y psicoanálisis han ido de la mano, en una interrelación de compañerismo bien entendido.  Cada disciplina se retroalimenta gracias a los conocimientos de la otra, y así se perpetúa esta interesante y estrecha relación hasta el día de hoy.
Si bien estamos acostumbrados a ensayos en que la psiquiatría ortodoxa vincula ciertos comportamientos artísticos (o de artistas) con ciertas patologías mentales, en este caso concreto, el padre del psicoanálisis va más allá, y sienta en el diván a cinco artistas inigualables: Leonardo da Vinci, Goethe, Dostoyevski, Miguel Ángel y Wilhelm Jensen.
Se entiende por tanto que esta obra sea un punto de referencia tanto para seguidores del mundo artístico como para estudiosos de la mente, puesto que la escritura de Freud sobre los ensayos no supone impedimento alguno para que los menos duchos en la materia del psicoanálisis no disfruten de las anécdotas y supuestos que tratan de la vida interna de personajes como los que ya he citado.
La psicología aplicada al arte nunca es una lectura desdeñable, y estos ensayos resultan estimulantes en pleno siglo XXI.

Una obra de culto para amantes del arte en todas sus vertientes y, por supuesto, para seguidores del neurólogo austríaco.


(c) 2013, Saray Sch.


15 de diciembre de 2013

¿ES ESTA LA NAVIDAD QUE ESPERAS?

Navidades pasadas, navidades presentes.


La noche pasada, mientras me dirigía a repasar las calles adyacentes hasta la tercera boca de metro que tenía a desmano -las historias surgen en estas pequeñas distancias no calculadas-, supuse que algunos restaurantes cuadrarían su columna de haberes gracias a algunas cenas improvisadas de temporada navideña, al tiempo que fui testigo de la lucha encarnizada que sostenían unas quince personas al intentar recuperar las bolsas de comida y restos que los empleados de una conocida cadena de supermercados lanzaban con cara de cansancio y susto al contenedor, quizá cansados de ver la misma historia repetida cada noche, y asustados al saberse invisibles en medio de la contienda.
Mi primer instinto fue saca la cámara de fotos y adornar un artículo con una imagen, pero decidí que las imágenes hace tiempo han perdido el valor que antaño les dábamos, y que tampoco era justo retratar una situación que se repite a diario alrededor de nuestras "basuras".
Algunos ciudadanos con moral de viernes noche y parapetados tras la cómoda visión de la miseria ajena -esto jamás me va a ocurrir a mi-, se paraban impertinentes a observar y hacer comentarios, puedo apostar que nada interesantes.
En la contienda, los sudafricanos se revolcaban sin miramientos: un culo quedó al aire y la señora entrada en años, bien vestida y con pelo cano peinado, a duras penas se podía agachar a recoger lo que los otros olvidaban en su ansiada carrera hacia la última bolsa de basura.
Continué mi camino deseando que la boca de metro se tragara mi propia indiferencia y cansancio, mañana lo cuento, ya habrá tiempo.
 
(c)2013,  S.Schaetzler (De Navidades pasadas, navidades presentes)

CINE - GRAVITY (2013)

 
¿En qué parte de nuestro cerebro se aloja el instinto básico de supervivencia? ¿Qué es eso tan extraordinario, que incluso en extremas circunstancias nos impele a dar un paso más, cuando ya lo damos todo por perdido?
Una película con moraleja, para mantener la esperanza, a pesar de todo.
 
Envuelta en una aventura espacial que promete tensión y no pocas reflexiones sobre el sentido de la vida y la lucha por la supervivencia, Sandra Bullock da vida al personaje de una mujer que posiblemente encuentre en el sentido emocional de las situaciones extremas el motivo que buscaba para superar de una vez por todas la pérdida de su única hija.
Papel corto, pero agradable de ver y escuchar, el protagonizado por Clooney, que le da el toque de frescura necesario para que la película no pierda interés.
Más de una hora sin diálogos, toda la responsabilidad recae sobre la misma actriz, y es aquí cuando entenderán algunos que S.B. sea nominada, premiada y alabada en su profesión: además de comerse la cámara, su carácter genuino consigue hacer creible cualquier papel que interpreta.
 

9 de diciembre de 2013

CINE - ELYSIUM (2013)

Si no fuera porque a este planeta aún le quedan zonas verdes, pensaría que no se trata una película.
Y si aún existieran derechos en los que apoyar estas mentes cansadas,  no creería que es una invención más.
Demasiado veraz a pesar de los robots y naves interespaciales.  Elysium no me consta como una película de ciencia-ficción, a pesar de llevar esa etiqueta, si la comparo con la realidad que vivimos en el globo terráqueo: lucha por el poder, falta de escrúpulos, diferencias sociales abismales. 
¿Está la sanidad rozando los límites de la decencia en el siglo que nos ocupa? ¿Tenemos un sistema sanitario que cubre tan solo unos mínimos, insuficiente del todo en caso de tener una enfermedad que vaya más allá de una gripe o resfriado común o una extracción de muelas?
 
Un brevísimo repaso al presente y la trama tampoco es tan descabellada ...¿no es para asustarse?
 
 

6 de diciembre de 2013

CARTAS DESDE LA TIERRA


Sr.Mandela:


Esta mañana me he levantado con la radio aún encendida y he oido que se ha marchado usted, esto es, que ha fallecido;  decirlo del otro modo parece que ahuyenta el miedo de los personajes de este viejo y achacoso continente, pero a la práctica no soluciona el problema de base ni le hacemos favor alguno a esta sociedad timorata, que se escandaliza por todo, aunque luego no actúe.  A falta de valentía, y para que no se note lo poco que apreciamos ya eso que se llama la propia dignidad, somos país (continente) de eufemismos, que nos escudamos en las palabras, los títulos y las normas para darle por ahí al vecino, y si además es posible salir airosos, somos capaces de negar no tres, sino tres veces la edad de cristo nuestras miserias morales, éticas, cívicas.  El Yo al poder nos ha llevado a esto, ya ve usted.

No creo que le sorprenda lo que le estoy contando, pues a pesar de todo, de vivir casi siempre en otro continente en el que los derechos son poco menos que un lujo que tan solo los poderosos o ricos se permiten, jamás creo que le haya cegado a la hora de ser indulgente o crítico con los suyos, ni con los míos, eso es.  Por mi se los puede quedar a cualquier lado de la frontera, porque si no entienden de derechos, ¿qué van a entender de valores de los que ya se ríen sin complejos ante las multitudes?  Ya sabe de lo que le hablo, no tenemos remedio.

He recordado cómo hace años, en otro país y otras circunstancias, veía yo poco menos que imposible que alguien le diera la libertad a un personaje que mientras se mantuviera encadenado, físicamente, no pondría en peligro el borreguismo e indolencia de los nuestros;  crear una norma de tal importancia, pensé,  no dotaría a la legislación de la impunidad necesaria para que otros individuos no tan ejemplarizantes consiguieran esa misma libertad, ni me imaginé en la posibilidad de que el detalle que para con este señor del que me hacía cómo cerraba los ojos para sonreir, repercutiera en la misma libertad para otros tantos presos políticos e injusticias morales que por entonces teníamos dispersos a golpe de maleta en varios países del mundo, claro que era yo más joven e idealista, y no pensaba yo que el populismo de los refranes, tan simple él, servía lo mismo para el verso que para el reverso, y que la misma ley que dejaría en libertad a un ser de otro mundo, de esos que no aparecen en los cuentos que nos deberían leer de pequeñitos antes de acostarnos, llenaría las calles de otros tantos (o más) ladrones de guante blanco, de informes avalados por la era de las nuevas tecnologías que apoyarían lo más corrupto y de certificados de origen que nos abrirían los ojos ante el poder de quienes lo manejan. 

Son ellos, me dije, y ya están entre nosotros, como la mejor de Spielberg.


Señor Mandela, no le voy a engañar: siento que haya desaparecido, pero creo que es ley de vida, y además, no me gusta personalizar, cada uno de nosotros refleja a nuestro padre y a nuestra madre, aunque sea muy por debajo de la superficie, y después de esto, a nuestros antepasados.  La genética aún tiene mucho que hablar para que nos lleguen las voces de los ancestros, que siguen ahí, escondidos tras los actos y palabrerío de cada mañana.  Lo que de veras me entristece no es que desaparezcamos cuando nos llega la hora, sino buscar en otros continentes, en las salas de conferencias y en los artículos de política y sociedad y comprobar que no hay herederos dispuestos a jugarse la serie de la temporada o la cena del viernes, o la alegría del sabadote para construir y certificar que el país que usted deja o el que yo habito en este momento seguirá la dirección que le marque el valor y no la cobardía, la fortaleza y la integridad, y no el integrismo o la intransigencia.
 

Señor Mandela, no son tiempos ni más ni menos duros que otros, bien lo sabe;  es solo que nos han señalado como a cobayas de laboratorio, tú vales, tú no vales, y de ahí a quitarnos de en medio se ha conseguido a un golpe de firma e interminables sesiones de señores que juegan con las ipad, los ipod y se meten los dedos en la nariz o bostezan, lo mismo que hacemos otros en el semáforo.  La diferencia es que los primeros verán cómo la bombilla cambia a verde desde su asiento acolchado, mientras que los del paso de peatones, el metro y sus atropellos seguirán la senda del rojo, en su cuenta bancaria y en la rabia, el descontento generalizado.
 

Señor Mandela, dese un paseo por los entresijos del Hades, del limbo, el cielo o los museos particulares que esconden hermosas obras que jamás verán la luz, y dígame si me equivoco.  Se que alguien incansable como usted no se conformará con quedarse cruzado de brazos, así que le espero cualquier día, a cualquier hora, en cualquier semáforo, para cruzar sin mirar el paso de cebra, usted me entiende, y yo siento la orfandad en cuestión de compañeros de lucha, de darle un sentido nada heróico de recuperar la ilusión contando los días que quedan para navidad, o sabiendo que no alguien no se quedará en la calle por el capricho de un empresario que se ha levantado con el pie izquierdo, así va todo en estos momentos.


Ya me entiende: nada de lucha de las clases y castas que nosotros mismos nos hemos inventado.  La diferencia es positiva, siempre que cada uno pueda elegir dentro de cuál prefiere vivir.  El problema comenzó cuando nos lo quisieron imponer, quitándonos el derecho de expresión a golpe de despidos, de juicios imposibles, de sanidad de cuento troquelado.

Aún quedan luchadores, señor M., no pretendo exagerar, es que a la mayoría ya no les creo, porque me constan más sus triquiñuelas de fondo que la pasión que pretenden mostrar, ya le he comentado antes que se han movido mis piezas.

Déle un golpe invisible y contundente a la noche de los que duermen a pierna suelta tras un ERE ingrato, lo mismo que a los dictadores con títulos y que presumen de cultivados, faltándoles nada más que la clase específica sobre los derechos y libertades del individuo, clase a la que no asistieron.


Sin más, deseándole que en espíritu siga tan ligero como lo fue en su cuerpo, quedo a la espera de buenas nuevas.

Desde la tierra,

 

© S.S., de Cartas desde la Tierra

1 de diciembre de 2013

CINE - BIENVENIDOS AL FIN DEL MUNDO (2013)

 
Si no sabíamos cómo rizar el rizo en cuestión de tags a la hora de etiqueta una cinta de video, no nos lo ponen fácil últimamente.  La mezcla de géneros en una misma película se está convirtiendo en un género per sé, seguramente lo mismo que ha sucedido en el mundo literario.
Dichosa manía esa de encasillar con un nombre conveniente a cada cosa, personaje o situación vital; normal, que en ocasiones no sepamos en qué cajón hemos de guardar nuestra condición humana.
 
Profundidades aparte: A los que ya tenemos una edad, nos enternecen las escenas que en la película reviven el pasado de los personajes.  Algunos quedan desdibujados, y pierden fuerza a favor de la trama, pero nada es perfecto, y si bien según los antecedentes de su director (Edward Right) no tenía demasiadas esperanzas en que me sacara de poco menos que un par de risas manidas, me ha mostrado que tras el tira y afloja de algunas cintas previas, en esta comedia de ciencia ficción (quédense con el rótulo, al hilo de lo que arriba comenté) me ha sacado más de una sonora carcajada.
 
Los actores, excelentes en su interpretación, en el mejor tono de la comedia británica, y como colofón una banda sonora que nos hará saltar en la butaca, ya sea la propia o la de la sala de cine (The Smiths, Primal Scream,  Mick Jagger, Happy Mondays, Teenage Fan Club, entre otros)
  El regustillo que deja la añoranza de aquellos tiempos pasados, que siempre fueron mejores como ya sabemos, no pasa por alto el toque de atención que sobre la amistad, el valor de la aceptación del otro, y la consideración por respetar el camino individual de cada uno, sin ñoñerías ni excesos en tono moralizante.
 
No se deberían fijar en los efectos especiales, que nos llevarán a rememorar los de aquellas décadas, pero si uno se deja llevar por los excelentes comentarios y sabe sacar el gusto por el disfrute.
Solo un punto negativo, y son los quince minutos de persecución alienígena.
Por lo demás, recomendable sin duda.
 
(c) S.Schaetzler, 2013