4 de julio de 2012

MÚSICA - Música callejera en el Parque Güell: AMÈLIE ANGEBAULT


Me aburre todo lo que suene a comercial , aunque confieso que como estudio de campo, si el aborregamiento se practica de un modo consciente puede convertirse en un arma de doble filo que nos librará del asombro insulso, el aturdimiento mental y su consecuente peligro de dejarnos emocionar de manera subliminal por obras previamente estudiadas, todo lo contrario a aquellas que nacen de la pasión y del momento creativo más visceral.

La estupidez mental, o lo que es parecido,  observar la insulsez en general me conciernen hasta el punto en que me importan tanto, como conocer a qué precio están los frankfurt en Ninulinga o el tiempo que hará mañana, un nada sin estridencias, sin intento de sobresalir o acercarme a lo demodè, al vintage, porque entonces sí sería grave, incurriendo en mis propios delirios de perseguir esa diferencia imposible.  Admitámoslo: somos esas bolitas que mezcladas nos dan un resultado que a lo sumo nos diferencia en dos o tres colores, la mayoría coincidimos en sueños y en deseos, a nuestro pesar, repito, no somos diferentes en absoluto.  La lástima es insistir en serlo en vez de explotar nuestras semejanzas.

Me da últimamente por querer ser diferente, y en este pensamiento me encuentro cuando todo lo contrario a lo que pretendo, confluyo en una serie de avenencias con los autores de varios videos que en mis buceos insomnes disfruto de vez en mes, seguramente mi tendencia de visionaria preconiza -aquí la originalidad sería mera falacia- el artista auténtico que se esconde detrás de las notas y la expresión callejera que abunda en nuestros patios traseros, cuadrículas cronometradas del subway, o durante mis nada despreciables incursiones al Parque Güell, en donde los italianos hablan a gritos aunque entre ellos no medie más de medio metro, los alemanes van a lo suyo y disfrutan por dentro, y los grupos de pakis que se dedican al comercio ambulante hacen tratos con los sudafricanos -los negros de toda la vida-, más inocentes que los anteriores y menos resabiados en el arte del trapicheo. Le dice el paki al negro: tú vigilas, yo vendo.  Y no se trata de un chiste de Arguiñano.
Llevo días intentando clavar a ritmo de swing del que disfruto en directo más que cuando contemplo incrédula a esos grupos que sabiamente llevados por los reyes del marketing copan nuestras salas musicales, televisores y -que nadie se eche las manos a la cabeza, pillines- la prensa amarilla, que según he oido se resiste a la crisis.
Como finalidad práctica, y para quienes no tengan en mente visitar Barcelona los próximos días os invito a perderos por los  caminos de grava de este parque siguiendo las notas de los músicos de raza que disfrutan entre las sombras de un árbol o aceptando los saludos de ese grupo de turistas que probablemente se llevará de vuelta a casa el recuerdo que se queda grabado en el álbum de la memoria, el músico y la actuación.  El CD que ofrecen al finalizar el concierto como máximo.
Este grupo que os traigo hoy, en concreto, se llama Amèlie Angebault.  Tiene carisma, no necesita amplificadores y derrocha una simpatía y amabilidad que sólo un auténtico callejero sabe contagiar.  Por cierto, creo que agotan sus Cd's en cada actuación...Solo es una malvada idea que se me ocurre contra la explotación que muchos artistas sufren en manos de los "peces gordos". La noche me afila la indignidad, me muerdo la lengua y os dejo dos videos que espero disfrutéis.
Saray Schaetzler

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