Violadas o muertas. Un alegato contra todas “las manadas” (y sus cómplices)
(Violadas o muertas. Un alegato contra todas “las manadas” -y sus cómplices-, 2018)
Isabel Valdés
Ediciones Península
Colección Península Breve
© Isabel Valdés Aragonés, 2018
© Grup editorial 62, S.L.U., 2018
© 2018, Prólogo de Cristina Almeida
© 2018, “Hay que hacer algo”, de Manuela Carmena
1ª Edición: Junio 2018
ISBN: 9788499427256
Tapa blanda bolsillo
Ensayo, no ficción, relato, jueces, justicia, machismo, feminismo, violencia, abuso sexual, violaciones, asesinatos, derechos humanos, policía, acusados, feminicidios, poder, movilizaciones, sociedad, manifestaciones, hegemonía masculina, procesos judiciales, víctimas, fiestas, San Fermín, La Manada, redes sociales, mensajería instantánea, traumas, estrés postraumático, literatura española
Páginas: 208
ARGUMENTO
Era necesaria una obra como esta para aclarar el trasfondo de las circunstancias de la violación salvaje de una muchacha en Pamplona en julio de 2016 a manos del grupo de jóvenes que se autodenominaban La Manada.
El sesgo de noticias que nos llegan a diario carece de la amplia información con la que se ha trabajo en esta investigación, no dejando lugar a los reproches que suelen utilizar algunas personas, que se niegan a permitir que las mujeres sean dueñas de utilizar el espacio público en las mismas condiciones que los hombres.
Las manifestaciones que vinieron a continuación del fallo legal -en el que los jueves no vieron una violación sino un simple abuso sexual- nos hace creer que cada vez son más los y las partidarias de asumir y tomar el control de estas decisiones arbitrarias impregnadas con tintes del mismo machismo que se intenta desmantelar.
OPINIÓN
Los hechos sucedidos en Pamplona tras la violación de la joven a manos de un grupo de cinco hombres han variado el significado de la palabra manada, ligándolo en nuestro imaginario para mucho tiempo a la violación a la que esta muchacha fue sometida, en inferioridad de condiciones, ante un grupo depravado y que con determinación grupal se jactaba de su poder ante mujeres a las que tras atraer con sus argucias, entre las que probablemente se incluyan la apariencia física o la confianza que pudiera sostener que uno de ellos perteneciera a un cuerpo de seguridad del estado, abusaban de ellas o la violaban.
Sea como fuera, a medida que avanza el tiempo y que los juicios se retransmiten y van saliendo a la luz las tácticas y maneras de las que estos cinco violadores se servían, no podemos por menos que echarnos las manos a la cabeza al conocer el retracto de uno de los jueces a la hora de definir y rebajar a un abuso lo que significa para una mujer ser forzada en las condiciones que conocemos: al amparo de la noche, en un recodo de un portal, abandonándola tras utilizar su cuerpo como un contenedor para satisfacer sus instintos sexuales, dando muestras de su “hazaña” en videos y mensajes que más tarde se dedicaron a compartir en las redes, perpetuando lo que parece no era algo inusual en su cotidianeidad.
Como ella, habían acudido a las fiestas de esta ciudad, pero el objetivo distaba bastante de ser el mero disfrute de un evento anual al que acudir con amigos, como hizo ella, sino que en la mente de estos individuos estas celebraciones parece que íban unidas a un componente sexual, en el que se incluía el sometimiento de mujeres a su antojo, de las que abusaban o que llegaban a violar por pura diversión, como muestra de su supremacía.
Todos a una, en un acto depravado de camaradería sacada de un fascículo de terror, en una repugnante manera de divertirse, parece que siempre a costa de mujeres a las que probablemente drogaban si tenían ocasión para que no pudieran recordar lo sucedido.
Hace también la obra memoria a la figura de la joven Nagore Laffage, , que fue asesinada unos años antes en esa misma ciudad y fiestas, tras ser violada y torturada, cuyo asesino ejerce hoy su profesión con libertad absoluta.
Así y todo, la justicia parece ser laxa en este sentido, y las violaciones no son aún tomadas en cuenta como un hecho que representa el poder que ejercen muchos hombres hacia las mujeres, que está minando la paciencia de todas ellas en conjunto, al tener que demostrar el daño que producen estas heridas, mayoritariamente emocionales, y es la población que no entiende por qué si se producen estos abusos hacia las mujeres nadie termina por señalar a un colectivo de hombres que se siente protegido ante lo poco que han de pagar por someter a una mujer a su antojo.
No han servido las quejas populares, de hecho se han banalizado y aún criminalizado. Me preocuparía si nadie hubiera salido a manifestarse, y si poco tengo de lo que alegrarme en lo que a justicia –en particular- y sistema social –en general- se refiere, ver a cientos de personas cortando las calles en las grandes ciudades de este pais fue un indicativo de que somos ya muchos los que nos negamos a seguir sometidos a este sistema patriarcal que anula la libre decisión de las mujeres de formar parte del mismo espacio público y en las mismas condiciones que los hombres. Porque como no se cansan de repetir las asociaciones de mujeres: nos queremos libres, nos queremos vivas, y queremos disfrutar de salir y tomar una copa, y de no estar mirando de reojo a ver quien nos sigue cuando caminamos solas por la noche.
Quisiera estar hablando de este hecho concreto como algo perteneciente al pasado y olvidado, finiquitado, pero todos sabemos que es algo habitual y que cada vez más salen a la luz otras manadas que violan, abusan y acosan a mujeres en todo el pais. No depende de las leyes, ni de los jueces en particular, sino de la educación que están recibiendo los y las jóvenes, que les indica que si eres mujer debes reprimirte de salir, de beber, de divertirte, porque los chicos malos no se lo pensarán dos veces, ya que creen estar cubiertos por una cúpula irrompible que les exime de respetar a las mujeres, tan acostumbrados están a vernos como meros objetos de uso y disfrute.
Es por tanto una obra que muestra unos incidentes abominables, para invitarnos a la reflexión. No son hechos aislados, cada cinco horas una mujer es violada en este pais (muchas no se atreven a denunciarlo), y no podemos echarle la culpa de todo a los jueces –en particular a los que legislan con visión de género, que haberlos, haylos-, si bien en este caso la mayoría de la población no está conforme con la falta de empatía en general hacia la víctima, sino a todos y todas las que miran hacia otro lado y descubren tarde que, en la práctica, sus derechos no tiene nada que ver con los que están escritos en las leyes cuando se trata de ejercerlos.
Es un libro de pequeñas dimensiones que puede llevarse en el bolsillo de un pantalón sin dificultad, con un contenido que de no ser real podría cubrir un tomo de ficción novelesca.
Empieza a no gustarme el asunto, porque la indefensión que sufren las mujeres parece que no es del interés ni asunto de nadie más que de las propias víctimas, éstas, que sufren una segunda ronda de victimización cuando se valora por parte de jueces si se negaron o se rebelaron ante la violación del modo que está escrito en sus manuales de cabecera –aunque esté en inferioridad de condiciones, tanto físicas como biológicas-, qué estilo de ropa llevaba o las horas que eran –para el deleite de los que opinan sobre la decisión de una mujer de salir o no, con quien hacerlo o por dónde.
Parece que estos sentenciadores, togados y periodistas de sillón no quieren ver que las violaciones no entienden de clase, ni de ropa –violan a mujeres con falda, con pantalón, con burka o en chándal-, ni de horarios. La calle y las condiciones las ponen hasta ahora los violadores, y no las víctimas, y tendremos que seguir señalándoles a ellos porque son los que abusan. Ni los mismos violadores se reconocen como tales –en la narración uno de ellos se lamenta porque a una novia suya la violaron y él se cree que está por encima de esa acusación-, porque tienen asumido que una mujer disfrutará con su presencia, con su abuso, porque tienen normalizado el concepto de mujer-objeto.
El libro tiene un formato ideal para ir pasando de mano en mano, llevarlo encima y/o recordar que somos parte de la solución, ya sea uniéndonos a las manifestaciones contra las tropelías de los magistrados, ya denunciando estos hechos ya mentalizando a los hombres de que el espacio es para compartirlo con las mujeres, sin más condiciones. No hay que esforzarse en dar más explicaciones, a buen entendedor,…
Makechu
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