Si te digo que a partir de mañana
no tendrás que pagar más por la comida, ni perder el tiempo en la cola del
supermercado, ni averiguando de dónde
proceden los alimentos, e incluso puede que sea otro quien cocine para
ti…¿estupendo, verdad?.
Ahora viene la segunda parte: ¿Cuál es tu reacción cuando te
comunican que para ello es necesario que te impliques en la recolecta de
alimentos y comestibles, una vez cada tanto, o que des tu apoyo en el comedor
popular que se lleva a cabo una vez al mes en el barrio en el que vives?
Y en este punto surge la
diferencia, esa gran brecha que sin duda es lo que nos hace ir por detrás. Que
no nos deja avanzar en la sociedad actual, dejando que sean otros quienes
decidan por nosotros.
¿Qué hace que los
españoles sigan atados a mapas mentales de consumo y a una realidad que ya es
no solo un espejismo, sino que se ha demostrado ser una evidente falacia de
cara al desarrollo personal y grupal?
¿Es que no nos interesa, como tal, avanzar? ¿Es que la ley del menor esfuerzo
ha impregnado nuestros cerebros de tal modo que solo lo que consigo a cambio de
dinero es válido en nuestro hogar?
El problema en este pais reside
en la mentalidad, aún por reciclar y adaptarse
a un modelo de convivencia y concienciación social que, por razones
obvias, me obliga a compararnos a las gentes y modos de otros paises
desarrollados.
Y es que aún contamos con esa
forma de caminar por la vida en la que uno recurre a medidas alternativas –como
el trueque, Bancos de tiempo, en fin, solidaridad llana- no por convicción, sino por necesidad, ya venga ésta determinada por mantener un estatus de cara a la galería, o por la consabida hipocresía que por desgracia nos abandera sin necesidad de llevar un cartel pegado en la frente.
Si uno se da un paseo por las
redes citadas anteriormente, y otras que surgen cada día: redes de alimentos,
comidas populares, mercadillos de segunda mano, constatará lo que aquí he
expuesto con brevedad.
Que no me miren, que nadie se
entere, que parezca que tengo y poseo y que mi cuenta es la más saneada de los
seis millones de parados, o mejor aún si es que no me ha tocado la varita del
impago, del despido procedente - pero injusto, es lo que parecen querer mostrar
nuestras actitudes y comentarios.
No nos engañemos más con la
retahíla del gasto y del consumo para ayudar al vecino, cuando las tiendas de
barrio en la mayoría e ciudades pertenecen a leyendas del pasado, consumidores
como somos de hipermercados, macromercados y salas de cine en las que se nos
clava el asiento más que el precio de la entrada, cuanto más grandes y ruidosos
sean nuestros dispendios, mejor. ¿No
dicen que con el consumo ayudamos al vecino? Hipócritas somos, leches, que no
aguantamos sin salir un viernes de fin de semana si no es a cenar, beber y
bailar bajo las luces del neón de la discoteca de moda, nuestro criterio se
esconde tras la doble moral y la falta de escrúpulos. Mientras no me toque, no existe, nos decimos
convencidos, como lo haría un niño de cuatro años.
Cuando la necesidad aprieta, a muchos les nace una repentina conciencia social que la semana pasada
estaba de vacaciones. También es
válido. Quizá lo que les falte a algunos
políticos, empresarios y poderes de este y otros paises sea precisamente eso:
una estancia en el mundo con cuatrocientos euros en el bolsillo, a ver cómo se
las arreglan para llegar a fin de mes.
(c) S.Schaetzler, 2013
Totalmente de acuerdo, Saray,,,somos un país de borregos, cuando le comento a personas -bastantes- qué /Lo único que envidio/ es no haber nacido en los países nórdicos, (bueno Brasil no es qué lo sea,je, je,), me saltan con qué España es de lo más bonitooooo de mundo mundial y no han comprendido qué MENOS ES MAS,un abrazo,mec.
ResponderEliminarNo creo que el problema sea el país, sino los que lo componemos. El país, continente o ciudad perfecta no existen, y personas, por mucho que algunos se lo crean, tampoco. Pero base la tenemos, muy buena, como para que este país funcionara (y ya no digo "bien").
ResponderEliminarUn abrazo.